Columnas

Las crisis de Tamaulipas

La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

Tamaulipas, vive varias crisis. La primera, la más penosa, la que se inserta en las esferas de la (in) seguridad pública; la segunda: atañe al gobierno del estado, toda vez que no encuentra la puerta ante tantos desafíos; y la tercera, más incomprensible -por lo vital del tema-: la estratégica operación mediática.
En cinco meses, la IV T tamaulipeca, ha sufrido más desgaste, que el vivido por las administraciones de Américo Villarreal Guerra -la rebelión de presos en los penales que casi le cuesta el cargo- y Enrique Cárdenas González -la insurgencia cívica que encabezó el PARM, apagada con represión y muerte, que lo puso a un tris de perder la gubernatura-.
Nunca se espero eso.
Y más, porque Américo Villarreal Anaya, llegó con un bono democrático -miles de votos- que lo convirtió en uno de los gobernadores con mayor legitimidad en la historia reciente.
Los grandes intereses de la comarca -la mafia rusa, la jacuzza y la camorra, son letra minúscula frente a los poderes fácticos regionales- siguen exhibiendo su músculo. Y en tanto eso ocurra, la autoridad y el poder de Villarreal Anaya, se achicará en medida proporcional al poderío de sus antagonistas.
De otra forma: a más poder de los factores exógenos, menos poder intrínseco del gobierno estatal; es ésta, una ecuación generada por la coexistencia de factores de autoridad en un mismo territorio y en un mismo tiempo, compitiendo por imponer su hegemonía.
¿Quién demonios, afirma eso?
Casi nadie: la historia.
La crisis de gobierno, se delata por la discordancia institucional entre los órganos procuradores de Justicia. Los residuos del viejo régimen, continúan operando y frenando las propuestas de la IV T. Fiscalías interesadas en que nada se resuelva para deslegitimar a un Ejecutivo estatal dominado por la angustia y la ansiedad de no poder ejercer a plenitud el mandato ciudadano; instituciones policiales, contaminadas por el accionar del pasado: activan más con los vicios del viejo gobierno que bajo los principios del lopezobradorismo; y la operación política, con ausencias muy prolongadas, hacen del barco que capitanea Villarreal Anaya una nave sin timón y sin destino.
La confianza del presidente Andrés Manuel López Obrador -se nota- en el gobernador Américo, es plena. Cada visita presidencial, es un espaldarazo: incluso ante el censurable asesinato de los norteamericanos en Matamoros, machacó su fe en la administración americanista.
Así es el presidente: defiende a capa y espada a sus aliados; como también, no titubea en dejar ver la pérdida de sus afectos. Basta recordar, el cese de la secretaria, Eréndira Sandoval o el terrible mazazo público al gobernador de Puebla, Manuel Barbosa.
El agudo problema de Comunicación Social, hizo su presencia en la gira de trabajo, de Villarreal Anaya por Matamoros. El evento, fue un rosario de ineficiencias; desde la planeación de una visita a un lugar en donde privaban la crispación social, la violencia a flor de piel en la ciudad, incluyendo el encono de los comunicadores, representaban serios riesgos -de todo tipo- para el gobernador.
Imposible no reaccionar ante los excesos del personal de seguridad del Ejecutivo estatal. Guardaespaldas foráneos, o al menos desconocedores del tejido de informadores, se sobre-limitaron y provocaron que el Director de Comunicación Social, subiera al ring con varios comunicadores.
Patético, por decir lo menos.
Hasta una denuncia de carácter penal -en la CDMX- contra el jefe de prensa de Villarreal Anaya, generó ese ambiente tenso y ácido sobre el cual se desarrolló esa gira.
Ninguna de las tres crisis, se resolverá en el corto o mediano plazo.
Ya es tiempo que la mano amiga de AMLO, llegue con efectividad a estos lares.
AVA, solo no puede; ni podrá.
Dejar correr, esos escenarios sobre las candentes llanuras de esta agobiada entidad, es cultivar un indeseado desastre electoral para el 2024 tamaulipeco

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